Cogiendo papas

Opinion

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Parecía un tapiz verde y marrón el terreno plantado, con un marco de lajas de cantería, antes de comenzar la faena.

En los altos de Caideros nos plantamos, poco después de las siete, un rancho de gente dispuesta a doblar el lomo.

La tierra estaba húmeda a causa de la relentada de la noche, que se volatilizó tan pronto se asomó el sol por Chirino, avivando el “bichorno” que se respiraba desde hacía varios días.

Nos enchumbamos en sudor casi al instante, nos empapamos, nunca mejor dicho, de tanto agacharnos, acuclillados, o de rodillas, hurgando en la tierra y cogiendo las papas para meterlas en los sacos.

Por suerte el cielo se nubló y escapamos del peso del sol, que no se volvió a ver más hasta el atardecer, y, a pesar del ambiente caluroso, se creó una atmósfera agradable y distendida entre quienes estábamos faenando.

Nos sentíamos a gusto y nos reíamos mucho. Pronto empezaron a escucharse tarareos y cálidas voces que entonaban isas y coplas y tangos y puntos cubanos que surcaron el aire de boca en boca, pues cada cual se sabía unas cuantas estrofas.

Sólo parábamos para levantarnos y estirarnos y secarnos el sudor.

Así estuvimos hasta las dos y pico de la tarde. Llenamos más de sesenta sacos de papas y nos alegramos satisfechos al acabar, pensando sobre todo en lo que venía a continuación: un sancocho de cherne con papas del día.

Ya estaba dispuesto en el comedor cuando entramos en tromba en la casa de los anfitriones, que estuvieron cogiendo papas hasta las doce y que se fueron entonces para preparar las viandas. ¡Menudo banquete!

¡Mi madre! Sudamos más comiendo, bañando el condumio con aquel mojo picón que llevaba pimienta de la puta la madre, que cogiendo las papas anteriormente. Y el vino blanco, seco y bien fresco, sabía a gloria bendita.

Timples y guitarras sonaron en la sobremesa, y la parranda duró hasta la noche. Sólo nos callamos un rato para contemplar, embobados, la preciosa puesta de sol que teníamos enfrente.

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Texto: Quico Espino
Imágenes: Quico Espino e Ignacio A. Roque Lugo

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