Fijando prefijos en español
Para el doctor Salvador Caja, exprofesor universitario lagunero y exvicepresidente de la RAE, nuestra lengua dispone de “palabras gramaticales” (artículos, pronombres, preposiciones...) cuya presencia total ocupa aproximadamente la mitad de un texto más o menos amplio. Se trata de “elementos instrumentales” (el artículo “la”, delante de la voz “mano”, por ejemplo, define el género gramatical del sustantivo).
Pero hay otros instrumentos lingüísticos que permiten aumentar, disminuir, variar… el significado de muchísimas palabras: son los prefijos y sufijos. Así, por ejemplo, “ex-” y “vice-” (prefijos) le asignan a “presidente” dos características: que la persona ya no ostenta el cargo y que ‘hacía las veces de’, respectivamente. Y los sufijos “-ito”, “-illo” marcan al adjetivo con valor diminutivo (“tontito”, “tontillo”) o afectivo (“Mi amigo Juanillo”). No obstante, en Canarias también se usa “-ito” en señal de respeto: “Vino con Antoñito, su padre”. (“Antoñito” es persona a la cual el informante no tutea.)
1. Así pues, un adjetivo de tales características y pospuesto a la base léxica es el sufijo. Se localiza, también, en “desprendimiento”: la terminación “-miento” en tal sustantivo deverbal (procede de un verbo) expresa acción y efecto de la forma “desprender”. Por tanto, estimado lector, palabras como “reagrupamiento, planteamiento, estreñimiento”..., ¿pueden incluirse en este grupo de sustantivo deverbal + sufijo?
2. De cuando en cuando suele ocurrir que los redactores olvidan la recomendada ortografía de los prefijos (casi siempre deben ir unidos -fijos- a una palabra). Sirvan dos ejemplos con “ex-” vistos en periódicos: “La ex alcaldesa de Las Palmas”; “Dos veces se ha casado el ex presidente González” .
Frecuente confusión, quizás, porque algunas normas no permanecen estáticas: como el propio idioma, evolucionan. (Así, el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española -RAE, 1977- indica que el grupo /ui/ solo emplea la tilde cuando lo exigen las reglas generales. Por tanto, debemos escribir “huir, Bentejuí”; pero con tilde las formas verbales “huí, huís”: son, estimaba, palabras bisílabas -“hu – í”; “hu - ís”-. Ya en 2010 el acento gráfico desaparece -RAE- y ambas se convierten en monosílabas -“hui, huis”-).
Los prefijos, pues, se anteponen a una raíz u otros elementos “Para formar una opción lexical con diferente significado o que expresa categorías gramaticales diferentes”, procedimiento muy frecuente en bastantes idiomas. Así, en español: “super-”, delante del sustantivo “mercado”, le da al establecimiento características ajenas a la tienda de barrio o venta (Tenerife): es mucho mayor; vende alimentos, bebidas, productos para la limpieza... El cliente se sirve (a veces sin nadie que le ayude); pesa y etiqueta verduras, frutas; pasa por caja, descarga el carro, llena las bolsas… y paga. (Ha colaborado directamente en la eliminación de varios puestos de trabajo. Sumisión a cambio de nada.)
Más. Este “supermercado” puede llegar a un grado superior al normal: es el “hipermercado”, normalmente localizado en la periferia de grandes ciudades. El exacto significado de uno u otro depende, pues, del prefijo latino (super-) o del griego (hiper-), respectivamente.
Y como nuestra lengua está perfectamente organizada y el prefijo es un elemento imprescindible para la formación de palabras, observemos su coherencia lingüística: la propia voz está compuesta por el prefijo “pre-” + la forma “-fijo”. Racionalidad y sabiduría. (Una observación: “fijo” -como adverbio- tuvo en Gáldar el significado de ‘siempre, con frecuencia’: “¡Estoy jartita hastalmoño, mi marío fijo está templao como un chucho / requinto!”, escuchaba en mi primera juventud sardinera.)
La anexión del prefijo a las palabras tiene claras reglas ortográficas. Primera: tal como señalo arriba, casi nunca hay espacio o signo gráfico entre aquel y ellas. Por tanto, es incorrecto “Gran súper rebaja de un día”, que acabo de leer en un anuncio. Segunda: si acompaña a una unidad irá aislado (“anti vacuna covid”). Tercera: si se trata de anteceder a números, siglas o nombres propios debe escribirse un guion intermedio (“sub-21, anti-OTAN, pro-Gandhi y su filosofía pacifista”). Cuarta: y si el prefijo acompaña a varias palabras que forman una sola unidad (“Colegio Oficial de Doctores y Licenciados”), ¿dónde ubicarlo? Pues, sencillamente, junto a la primera palabra, pero no adherido: “Pro Colegio Oficial...”). Y quinta: la presencia de varios prefijos no impide su ilación (Fundéu pone el ejemplo de “antiposmodernista”: prefijos ‘anti-” y ‘pos-’ + raíz “-modern-” + sufijo “-ista”).
A veces ocurre algo curioso, pues la lengua no es operación matemática sino estructura sometida a evoluciones y, en momentos, a comportamientos ajenos a la forzada linealidad: trátase, por ejemplo, de la voz “ordinario”. Para el Diccionario proviene del latín ordinarius, ‘adj. Común, regular y que sucede habitualmente’. Pero en tercera acepción figura como ‘Bajo, basto, vulgar y de poca estimación’. (Los diccionarios son imprescindibles para entrar en consideraciones lingüísticas: que el de la Academia Española haya logrado ya su 23.ª edición significa enriquecimiento… aunque no rigurosa puesta al día, adaptación a realidades de hablantes y usuarios -no figuran, por ejemplo, las voces “burgao, seba”-).
Partiendo de la indicada 3.ª acepción de “ordinario” (‘basto, vulgar’) y de algunos sinónimos (‘grosero, soez, ineducado, chabacano, hortera’ -yo añadiría ‘matao, mataíllo’-), resulta que el prefijo “extra-” con el significado de ‘superior a lo normal’ (“Sucedió algo extraordinario; Es un alumno extraordinario; Su tesis fue extraordinaria”) echa por tierra la consideración negativa de una persona barriobajera y la eleva a categoría superior. Así, decir que “José es un tipo extraordinario” no significa que sea ordinario en grado supremo, muy al contrario: remite a “Tipo excelente, magnífico, estupendo, maravilloso, genial, formidable, grandioso”...
Prefijos y sufijos (salvo variantes en el primero), pues, han de ir unidos a la palabra que acompañan. Así, los prefijos “mini-, pro-, ultra-, bi-, semi-, circum-”...) para actuar como tales necesitan la adscripción a una palabra (minipuerto, propacifismo -[pero “protésico” no significa ‘a favor del tésico’]-, ultramundo, bípedo, semicurado, circumpolar…). No son, pues, estructuras lingüísticas autónomas. Pero, eso sí, están a disposición de los hablantes para crear (‘constituir’) vocablos o términos: ¿por qué no “bimorales, ultragandules, infocapacitados...”?
(Y si hemos consolidado esta maravillosa estructura que es nuestra lengua, ¿por qué nos conformamos con mediocres políticos?)
Nicolás Guerra Aguiar

































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