Poema con moraleja

Opinion

quicoespino2020Me encanta que los niños lean y, por suerte, hay unos cuantos a mi alrededor (me gustaría decir muchos) que lo hacen, en especial una niña de doce años, una de mis nietas putativas, que devora libros.

Hace poco estuve por su casa, almorzando con la familia, y ella, en la sobremesa, me acaparó y me estuvo contando todo lo que había leído últimamente: Roald Dahl, Astrid Lindgren, Michael Ende, Lewis Carrol, Stevenson, Andersen, J. K Rowling, Julio Verne ...

Recalcó las historias de los hermanos Grimm, uno de cuyos cuentos se estaba leyendo por entonces: Rumpelstiltskin, me dijo, perfectamente pronunciado.

-Lo llevo por la mitad. Me encanta ese duendecillo saltarín que convierte la paja en oro, pero me estoy temiendo que le vaya a pedir algo difícil a la reina a cambio de lo que hace. No me digas nada si te los sabes, que no me gustan los spoilers. 

-Vale. A mí tampoco me agrada que me destripen las tramas de las novelas o de las películas.

-¿Sabes lo que me gustaría? –me preguntó de pronto.

-A ver. Habla por esa boquita.

-Que escribas un poema con una historia que yo te cuente.

-Muy bien. Cuenta pues.

-Un corderito se separa del rebaño para beber agua en el río, que pasa cerca del llano donde están pastando, y viene un lobo hambriento y se lo come. 

-De acuerdo, cariño mío. Me parece un tanto duro el contenido, pero te haré el gusto. Esta noche te lo escribo. Se lo mandaré a tu madre por whatsapp. Ya me dirás qué te parece.

Cumplí con lo prometido y por la noche escribí el poema que me pidió:

Un lindo corderito pasea junto a un río
y viene un lobo grande con ganas de comer.
¡No me ensucies el agua, que ahora voy a beber!
Al pobre corderillo le da un escalofrío.
 
El lobo se relame y, con su mirar sombrío,
afila bien las garras, mostrando su poder,
sus ladinos instintos, y gruñe de placer,
pensando enfebrecido: ¡Este lechal es mío!
 
Sin dudarlo un instante, se lanza cual villano
y devora al cordero, de muerte sorprendido.
Grita impotente el agua. Tiembla, sobrecogido,
 
el rebaño de ovejas que pace por un llano.
Y esta es la moraleja y el triste contenido:
Pobre del inocente que se enfrenta a un tirano.

Al día siguiente, también por whatsapp, recibí su comentario:

-Me gusta mucho el poema, querido abuelo putativo, pero la comparación no me parece bien. Yo no creo que el lobo sea un tirano, porque es un ser irracional que se deja llevar por su instinto animal.

Me pareció acertada su observación. Estaba entusiasmado con la relación tan bonita que había entre nosotros. Y me encantaba que fuera una lectora empedernida.

Con escolares de su misma edad he tenido muchos encuentros en diversos colegios y siempre hago preguntas tipo: ¿Cuántos han leído La historia interminable? Sólo dos o tres levantan la mano en este caso. Pero si pregunto: ¿Cuántos han visto la película?, entonces levantan la mano la mayoría.

Ojalá fuera al revés porque, como bien dijo George R. R. Martin, “quien lee vive mil vidas antes de morir; quien no lee sólo vive una”. La suya.

Quico Espino


 


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