Olor a cochafisco
Por la empinada cuesta, un hombre camina con paso lento y cansado.
Sobre sus hombros, una gruesa vara de madera en forma horizontal, de donde cuelgan a modo de balanza dos enormes cacharros de agua.
Es verano, el viento, cálido y seco del norte, huele a cosecha. Desde el amanecer, mujeres y hombres se afanan en recolectar las piñas, llevadas en grandes sacas hasta la sombra del olivo grande.
En la tarde, entre olores a cochafisco y café, canturreos y novelerías, se van deshojando una a una, mientras los pequeños corremos y bailamos encima de las hojas y jugamos a ser mayores, haciéndonos bigotes con las barbas de las piñas.
Después de esto, una parte irá para gofio, polvo de oro de nuestra gente, que de tanta ayuda nos sirvió en otros tiempos, y otra, después de secarse al sol, será la semilla para un nuevo comienzo.
Como en el ciclo de la vida, todo vuelve a empezar.
Miguel Rodriguez Romero
































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