Era un día de finales de agosto cuando conduje desde Motril hasta el pueblo cuna del autor de La Casa de Bernarda Alba (1936). Nada más aparcar el coche y poner los pies en el suelo, no pude evitar imaginarme a aquella mujer de rostro agriado y pelo estirado, recogido en un moño alto, cerrando el postigo de las ventanas a cal y canto. Y es que Fuente Vaqueros (Granada) con sus amplias calles de casas de paredes blancas, conserva ese halo de misterio andaluz, que invitan a soñar que, en cualquier momento, un interesado Pepe ‘el Romano’ surja altivo y desafiante, montado a lomos de su caballo.
Recuerdo el sofocante calor que imperaba en el pueblo cuando crucé la casa en la que nació un 5 de junio de 1898 su vecino más ilustre, y probablemente, uno de nuestros poeta más universales: Federico García Lorca (1898-1936).
Mucho y muy bueno se ha escrito ya sobre la obra y figura del autor del Romancero gitano (1928) y de Poeta en Nueva York (1930), tanto que sería imposible – y nada realista- intentar ni tan siquiera esbozar el significado de su legado en estas crónicas sobre ‘Las Casas-Museos y sus moradores literarios. Un recorrido personal’, por lo que me voy a centrar básicamente en el objetivo de estos reportajes: intentar transmitir mediante la palabra escrita lo que supuso para mí la visita a la casa natal de García Lorca.
Debo decir que siempre que me acerco a la obra de Lorca lo hago con la certeza de saber que su universo era y es tan amplio que apenas voy a lograr rozar las estelas de alguna de sus lunas luneras.
Federico fue el primero de los hijos del matrimonio formado por Federico García Rodríguez, un adinerado agricultor, y Vicenta Lorca Romero, una maestra de una escuela de niñas de Fuente Vaqueros. El matrimonio vivió en la vivienda de la calle Trinidad, donde nació el autor de ‘Yerma’ (1934) hasta que la familia se mudó a la calle de la Iglesia en 1901 y en 1906, a la localidad vecina de Valderrubio. Tras Federico nacieron Luis (1900), que murió dos años después; Francisco (1902), Concha (1903) e Isabel, en 1909, ya instalados en Granada capital, a cuya Alhambra majestuosa dedicó versos y canciones.
La vivienda en la que Lorca vivió sus primeros años antes de que la familia se trasladara a Valderrubio, fue adquirida en 1982 por la Diputación de Granada e inaugurada como Casa-museo en julio de 1986 con el objeto de mantener viva la memoria de un poeta cuya voz unos descerebrados quisieron arrebatarnos un día de agosto de 1936 por la fuerza de las pistolas y de la sinrazón. Desconocemos dónde están sus restos pero todos atesoramos algo de su legado, de su poesía, de su teatro, de su arte… ¿Hay algo que roce más la eternidad que el arte?
En su interior, la casa-museo guarda como piezas de un fantástico tesoro fotos, dibujos, la cuna de nuestro autor o la cama de matrimonio de sus padres, así como libros y cartas y, ay, el maravilloso piano con el que aprendió a amar la música de manos de su madre, doña Vicenta, adentrándose en el folclore popular y en el flamenco que tanto acompañarían a su poética. Si bien el espacio que me pareció más entrañable fue el jardín con su pozo, donde me imaginé corriendo a un Federico niño, y que preside un fantástico busto de un Lorca en absoluta vigilia, en un recitado eterno de versos lánguidos.
Cuando visité la vivienda tuve la fortuna de disfrutar en la sala de exposición situada en la parte superior, donde antes se ubicaba un granero, una muestra dedicada a las y los poetas de la Generación del 27, incluyendo a la escritora canaria Josefina de la Torre. La muestra incluía un vídeo, obra del mismo Lorca, en el que se podía visionar a varios de sus miembros paseando por las calles del Madrid de la época.
La casa cuenta, además, con una exposición fija sobre la Barraca, el grupo de teatro que acercó el arte escénico a los pueblos granadinos, una maravilla de actividad de esas que hacen que surja el amor por el teatro desde las vísceras. También aquí se cuenta con un vídeo de la época con imágenes de uno de los montajes, un documento audiovisual maravilloso digno de recrearse con la vista infnitas veces.
En definitiva, un lujo de paseo por una casa natal entrañable que aconsejo a cualquier amante de la poesía, no solo de la del autor granadino sino de la poesía eterna, de la literatura universal porque así es el legado de García Lorca, el poeta de todos.
Por cierto, muy cerca de la Casa natal se encuentra el Centro de Estudios Lorquianos, ubicado en un edificio municipal que albergó durante los años 30 las antiguas escuelas y el Ayuntamiento de Fuente Vaqueros. Fue inaugurado como Centro de Estudios y Archivo el cinco de junio de 1998, centenario del nacimiento de Federico García Lorca, como una extensión más del Patronato Cultural Federico García Lorca, siendo su principal impulsor el que fuera el primer director de la Casa-museo, el poeta Juan de Loxa. Precisamente, en el momento de la visita, el Centro de Estudios acogía una exposición sobre la obra de Loxa, un poeta que desconocía entonces y cuya obra me pareció de una gran singularidad. El Centro cuenta con una biblioteca, que reúne una colección bibliográfica de más de 5.000 volúmenes, constituyendo un amplio fondo especializado sobre la obra y vida del autor de Granada y sobre su época.
Para finalizar este breve paseo, les comparto este poema de autoría propia, publicado en el ‘El abrazo del Nogal de Daimuz’ (Triología Lorquiana 2016-2019. Tomo III). Con él me despido hasta la próxima entrega de ‘Las Casas-Museos y sus moradores literarios. Un recorrido personal’. Espero que les guste y, como siempre, ¡gracias por LEER!
Para más información sobre la casa-museo pincha en este enlace o en este otro enlace
Texto y fotos: Josefa Molina
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