Hojas al viento. (A propósito de una obra de Natalia de Armas)
Las hojas al viento llegaron al papel en la noche apenas insinuada, con el tono azul que adquieren los días al precipitarse la tarde, que muere lentamente. Apenas bastaron unos cuantos trazos para despertar no solo la mano de quien dibuja sino la idea que ronda en la imaginación desmedida. El viento anunciaba el paso casi violento de las ideas que se aturullan y se precipitan en el acantilado.
Dibujar el viento a través de las hojas caídas, que se desplazan con delicado movimiento, es como atrapar las ideas soñadas que se desvanecen en el blanco del papel, convertido en mar azul.
Hojas al viento es descubrir un paisaje infinito: el que llevamos dentro. El viento escribe de distintas maneras: con el movimiento de las ramas de los árboles, donde el silencio silba entre susurros, y con las hojas depositadas en suelo, que inician otro recorrido alfombrado. A veces se muestra violento y desagradable; en cambio, en otros momentos, parece acariciar en su intento de dulcificar al ardiente sol.
Por eso estas hojas al viento han llegado a nosotros como si fuera un milagro más de la Naturaleza y, en su caminar airado, hablan de detener la mirada y, acaso, el tiempo.
Sin embargo, no nos engañemos, la historia no ha llegado a su fin.
(Dibujo y fotografía de Natalia de Armas)






























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