Que no se pierda la risa
El sentido del humor, al igual que la esperanza, nunca se debería perder. Ni siquiera ante la muerte, me dijo un día mi abuelo paterno, que era muy dado a hablar del más allá y que decía que prefería morirse de risa antes que de miedo.
Vivió tres guerras, tuvo dieciocho retoños, y pasó verdaderas calamidades, pero nunca perdió la risa. Tenía una carcajada sonora que contagiaba a quien la oía. Le gustaba el humor negro y solía contar un cuento de Pancho Guerra en el que Pepe Monagas, templado como un requinto, llegaba al duelo de un amigo. La viuda, gritando exageradamente, le dijo “mire usted, Pepito, que venirse a morir un día tan señalado como hoy, que cumplía cuarenta años”, y lo repitió tantas veces que Pepe Monagas terminó metiéndose en la sala donde el difunto se hallaba de cuerpo presente; luego sopló las cuatro velas que había a los lados del féretro y dijo: “Feliz cumpleaños, maestro Manué”.
Aprendí mucho de mi abuelo, que murió a los ochenta y tantos mientras dormía. Mi abuela me contó que lo oyó reír en sueños esa noche. Yo, siguiendo su máxima principal, muchas veces me he reído de mí mismo, he echado manos de la parodia para quitarle hierro a mis problemas, valorando más lo que tenía que lo que me faltaba.
En situaciones como las que estamos pasando los pobladores humanos de este planeta tan extraordinario como maltratado, confinados a causa de un virus malévolo que está haciendo estragos entre nosotros, el sentido del humor se hace más necesario que nunca. Es difícil aceptar esta realidad que parece una pesadilla, una película surrealista en la que el protagonista es un asesino invisible y los seres humanos sus víctimas. Y mucho más duro, y triste, ha de ser para la gente que ha perdido a familiares o amigos. No obstante, el miedo y el desánimo no son las opciones que nos convienen si lo que queremos es ganarle la batalla a nuestro enemigo.
Yo no he podido evitar lapsos de abatimiento. He salido de ellos con coraje, convenciéndome a mí mismo de que es lo que debo hacer, y una vez me vi insultando con rabia al maldito corona virus de los cojones: ¡Muérete, bicho inmundo, hijo de puta!, le dije, subiéndome por las paredes, y percibí que me asomaba a los labios una sonrisa triunfal cuando me lo imaginé retorciéndose antes de sucumbir.
¡Hijo de la gran chingada, no más ahí te chupe la bruja, metiche cabrón!, le oí gritar a un mejicano en una serie de televisión. Se lo estaba diciendo a un asesino desalmado, al que luego mató de un tiro, pero yo, iracundo, obsesivo, me imaginé que se lo decía al covid 19, al verlo morir.
Tenemos que acabar, de todas todas, con esta alimaña tan voraz que ha sembrado el pánico y que, para evitar su contacto, nos obliga a estar en nuestras casas, apartados, sin poder visitar ni abrazar ni besar a nuestros seres queridos. Ni verlos siquiera, salvo en las video llamadas.
Se me han saltado las lágrimas varias veces al ver a mi familia y no poder estar con ellos, pero enseguida me repongo y me obligo a reír, me lo impongo porque no quiero causarles preocupaciones, y pienso que, en realidad, a pesar de la incertidumbre que flota en el aire, tengo motivos para seguir adelante.
Leer, escribir, oír música, hacer ejercicios y ver programas que me gustan en la tele me ayudan y, sobre todo, me mantiene la esperanza de estar otra vez con los míos, con la gente que tanto quiero, besarlos y abrazarlos, de salir con libertad (sin miedo, sin guantes, sin mascarilla), de bañarme en la playa, de jugar y saltar en el agua con los niños que considero como mis nietos, hacer castillos en la arena y oírlos reír, como campanillas en el aire.
Mi abuelo paterno vivió tres guerras, tuvo doce hijas y seis hijos, pasó muchísimas calamidades y, a pesar de todo, nunca dejó de reírse. Yo no quiero ser menos. Y, si pudiera, elegiría morirme durmiendo, en medio de unas risas. O haciendo el amor.































Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.183