La asociación de vecinos de La Montaña de Gáldar, brindó el pasado sábado, un más que merecido homenaje a la vecina, Josefa Mendoza, “ Pepita la de la guardería”.
Con este homenaje, se ponía en valor la trayectoria de una mujer humilde, bondadosa, y sobre todo, una gran trabajadora, ya que a sus 70 años, Pepita, sigue sin parar, atendiendo con esmero a los suyos, y siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesite.
Pepita nació en el barrio de Marmolejos, y con 17 años recién cumplidos, se casó con José Domínguez, “ Pepucho el carpintero”.
Se trasladó a La Montaña en el año 1965, en una época en la que no había luz, ni agua, ni carretera y apenas casas.
En el popular barrio galdense construyó su hogar, cimentado en los fuertes pilares del amor, transmitiendo a sus dos hijas, Lourdes y Saray y a su nieto mayor, Adexe, los valores de la familia, del esfuerzo y la preparación para ganar el futuro.
Comenzó a cuidar niños en su casa, y como la demanda era tan grande, junto a su vecina alquiló un salón en el que abrió una guardería, a la que se dedicó en cuerpo y alma durante 20 años, siendo sin lugar a dudas, una mujer adelantada a su tiempo.
Fueron muchos los niños y niñas que pasaron por sus manos, y hoy cuando la ven, la saludan con mucho cariño. Si los padres tenían que trabajar temprano, recogía a los niños en su propia casa, y hasta les daba de comer. Así, su guardería fue un servicio social de gran calado para el barrio.
Después de la guardería, estuvo otros 20 años regentando la cafetería del IES Roque Amagro. Con mucha gracia dice que a los niños primero les dio el biberón en la guardería y después el bocadillo de tortilla en el instituto.
Su vida ha sido un no parar, trabajando, cuidando a la familia y al hogar, afrontando con valor los obstáculos que le ponía la vida.
A los 52 años se sacó el carné de conducir por necesidad, ya que ir al Roque desde La Montaña era un gran trastorno. Hoy en día sigue conduciendo, aunque dice que a Las Palmas ya no lleva el coche.
Perdió pronto a su compañero de vida, pero supo hacer frente al dolor y tirar para adelante, batallando día a día por los suyos.
Pepita no quería ningún homenaje, por lo que su nieto Adexe, con insistencia, tuvo que convencerla. Ahora dice que está encantada, que disfrutó mucho del acto, en el que estuvo acompañada por la familia, por los amigos y por sus vecinos, y además, gracias a este homenaje, también pudo celebrar su 70 cumpleaños.
A veces tiene ganas de descansar, pero el ajetreo diario la envuelve. Entre las tareas de la casa y los cuidados de su madre, casi se le va el día, pero saca tiempo para coser, una actividad que le gusta mucho y a la que se entrega con placer, sobre todo a la hora de confeccionar los disfraces de carnaval para los suyos.
Pepita Mendoza pertenece a esa generación de mujeres con una garra vital envidiable, que casi sin nada, lograron una vida mejor para los que han venido detrás.
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