Traigo hoy aquí dos topónimos de la raya de Teror con Arucas, pero tan ligados a nuestro municipio, que podemos considerarlos como nuestros; y otros dos relacionados con Osorio, el cortijo más importante de todo el norte de la isla y muy fecundo en historias en su devenir de cinco siglos.
LA MONTAÑA DE RIQUIANES
Procede la denominación del primer propietario de dicha montaña a principios del siglo XVI: el portugués Enrique Yanes, que con sus parientes Alonso y Diego ya aparecen en Gran Canaria en época inmediata a la conquista. Siguiendo la costumbre de entonces eran conocidos por los nombres de “Alonsianes” y “Anriquianes”. Ninguno de ellos dejó pòsteridad de su apellido en Gran Canaria; ya que el actual apellido Yanes, castellanizado como Yánez, procede de Juan Yanes Bueno, llegado aquí en 1690 desde La Orotava.
Fue Enrique Yanes persona destacada entre la incipiente sociedad grancanaria de comienzos del siglo XVI, en la que ocupó varios cargos y encomiendas relacionadas con el Cabildo de la isla como Alguacil del mismo desde 1499 a 1501, Alcalde ordinario desde 1504 a 1507 o el de Personero de la isla desde 1508 a 1510. El once de febrero de 1517, su yerno Juan de la Rosa, vecino de la ciudad, solicitaba al cabildo de la isla se le concediera un pedazo de tierras de granadillar situado en unas laderas junto a la Santidad que llamaban los lomos de Arucas...
“por donde salen a la montaña de mi suegro Enrrique Yanez e de Lazaro Martin...”
El peculiar proceso de formación del topónimo puede comprobarse perfectamente con la sucesiva documentación referente a propiedades en la zona y en la que se observa el paso del nombre desde Enrique Yanes, a Anriquianes o Riqueyanes, y finalmente al Riquianes actual.
OSORIO
Cristóbal de Vergara, poblador de origen extremeño natural de la villa de Los Santos de Maimona fue poblador de Gran Canaria. Era hijo de García de Vergara y de Elvira Rodríguez de Carvajal. Consta que, además de las datas que le fueron concedidas en El Palmar, fue ampliando por sucesivas compras su patrimonio en la zona hoy ocupada por la finca.
García de Ossorio y Trujillo, escribano público, era el mayor de los hijos de Gregorio de Trujillo Altamirano, nacido en Sevilla y establecido en Las Palmas poco después de la conquista y de doña Francisca de Ossorio, hija del conquistador Martín de Osorio, natural de Ocaña, que llegó a ser Gobernador y Capitán General de Fuerteventura y de su mujer Leonor de Ossorio.
El escribano García de Ossorio casó con doña Isabel de Vergara, hija de Cristóbal de Vergara, con lo que se produjo la unión de las dos familias, comenzó el proceso de acumulación territorial del cortijo y se introdujo el apellido que luego pasaría a denominar la extensa finca.
El matrimonio tuvo por hijos al licenciado don Gregorio Trujillo Osorio de Vergara, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Canarias; don Luis de Trujillo; el capitán don Francisco de Osorio, regidor perpetuo de Gran Canaria; don Martín de Ossorio, que fue capitán y también regidor perpetuo de la isla; doña Leonor de Trujillo; doña Francisca Ossorio; Doña María de Orellana Trujillo y Roque de Ossorio.
Quién verdaderamente le dió nombre fue el licenciado Gregorio Trujillo Osorio de Vergara que por su testamento de 13 de junio de 1595 ante el escribano Tomé de Solís fundó mayorazgo con el grueso de sus propiedades entre las que se encontraba el núcleo principal de la hacienda. Con él comenzó, por la obligación que tenían sus herederos de acrecentar la propiedad, el proceso de consolidación y aumento del ya de por sí enorme cortijo.
Por su dilatada y rica historia, además de su gran extensión y la variedad de sus paisajes, la cantidad y singularidad de la toponimia específica que atesoran las tierras de Osorio merece un estudio aparte.
Lo cierto es que desde El Rincón a Las Agonías; desde la cumbre del Pico a Los Granadillos, el extenso cortijo siempre ha estado presente en la vida de los terorenses. Las familias de medianeros; los borregueros, los pastores, los yerberos que recolectaban casi clandestinamente la nauta, la niota y el laurel, los dueños de yuntas que participaban en sus famosas trillas, …Teror ha estado siempre unido a este lugar y su historia.
La finca fue adquirida por el Cabildo Insular de Gran Canaria entre 1983 y 1986, exceptuando La Laguna y Los Granadillos, por compra a doña Dolores y doña Mercedes del Castillo, últimas propietarias particulares del Cortijo.
EL LOMO DE LA TARASCA
Cuenta una leyenda que en la región francesa del río Ródano existía antiguamente un dragón que aterrorizaba a todos los habitantes de la zona. A este monstruo se le llamaba Tarasca por la ciudad de Tarascón, en cuyas cercanías se encontraba el bosque en el que vivía. A Santa Marta, sigue diciéndonos la leyenda, le suplicaron ayuda, a lo que ella accedió. Con una cruz y agua bendita dominó al monstruo al que trasladó hasta Tarascon donde le dieron muerte. Desde entonces, el dragón es el símbolo de esta ciudad y de Santa Marta.
Basándose en esta leyenda se generó la costumbre de acompañar determinadas procesiones religiosas, sobre todo la del Corpus, de una representación del monstruo legendario dominado por la santa.
La forma de cabeza de lagarto o serpiente cornuda que tiene este lomo pétreo de la finca de Doñana, que hasta hace algunos años en que los árboles cercanos no tapaban su visión se podía contemplar desde todo el barrio, determinó la denominación del mismo y que está prácticamente perdida ya en la actualidad.
EL PICO
En documento de venta de Cristóbal de Zerpa a Cristóbal de Vergara de 1522 el primero vende al segundo 400 fanegadas de tierra de sembradura en las que estaba incluido “un lomo arriba que va a dar a la mitad de la montaña redonda de Teror...” . En documentos posteriores se le denomina simplemente como “montaña de Teror”, para pasar con el transcurso de los años a tomar el nombre de sus primeros propietarios por vía de matrimonio denominándose tanto “Pico de Vergara” como “Pico de Osorio” , que es la que ha permanecido hasta la actualidad, sobre todo por la importancia económica y social de la finca en la que está incluida. También se le conoce por “el Temporal de Reyes” de 1766 como “Pico del Rayo”.
Geográficamente es tan destacada su silueta sobrepasando toda la comarca circundante que mereció una mención en el Diccionario de Madoz de mediados del siglo XIX:
“En el pago del Palmar, se encuentra también la deliciosa posesión llamada de Osorio, propiedad de una de las primeras familias de la isla; y en sus inmediaciones una gruta muy singular, tapizada de musgo y formada en el enorme tronco de un castaño centenario. Saliendo de esta posesión, que está en las faldas de la montaña de Vergara, se puede subir á la cima de esta por medio de un camino recientemente construido y cubierto de árboles...”
Este camino aún puede observarse en la actualidad zigzagueando en su subida hacia la montaña, aunque afortunadamente cada vez más confundido entre la creciente vegetación que fruto de las campañas de reforestación va cubriendo toda la falda y cima de la misma.
Francisco González Díaz en su libro “Teror” (1918) nos dejó una deliciosa descripción de una excursión a su cima que transcribimos literalmente por su belleza e interés:
“Es el Pico de Osorio una montaña de forma redondeada en su cima, que semeja una de tantas reducciones del Teide. Desde su cúspide, en los días claros, se ve también al Coloso, último término de una vastísima serie de maravillosas perspectivas.
Toda Gran Canaria aparece en superpuestos planos visuales ante el observador encantado. Los pueblos caprichosamente esparcidos, son como una sembradura entre sembraduras; el desorden caótico de la formación geológica y la faz volcánica de la isla, bello desorden, nos produce vértigos.
Para llegar á la cumbre donde nos encontramos, un magnífico observatorio, tuvimos que cruzar accidentados terrenos, subir sin descanso y vencer pendientes muy duras, muy arduas. El caballejo que me conduce tropieza muchas veces en el camino y, á ratos, tengo que desmontar y seguir á pié. Las veredas se angostan en ciertos sitios hasta hacerse simples rayas ó surcos, buenas para la pezuña, no para la herradura; en otros, zig-zaguean de la manera más desconcertante. Estas rutas angustiosas ponen á prueba la resistencia de nuestros pulmones y de nuestras piernas. No las hay más cómodas y francas en el interior de nuestro territorio. Ellas nos permiten practicar el alpinismo en esta zona semi-tropical. Vamos despacio, jadeantes, sudorosos, la mirada siempre fija en la meta de la ascensión que poco á poco se nos aproxima. Cuando llegamos, el espectáculo ofrecido á nuestros ojos por la naturaleza, compénsanos de sobra las molestias y fatigas del viaje. La isla entera surge en derredor, con la asombrosa variedad de sus aspectos y la complejidad imprevista de sus panoramas, diamante de mil facetas. Podemos señalar uno tras otro las villas, los lugares, las aldeas, las grandes fincas, las eminencias destacadas que corona una cruz y los ángulos de sombra en que duerme tranquilo un villorrio. ¡Todo el relieve de Gran Canaria, erizado y amenazador como un mar proceloso, imponente como la perpetuación de las agonías de un mal parto!
Los bosques de Osorio se dilatan á nuestros pies, manto imperial de una tierra generosa en cuyas entrañas arde y bulle la vida. Las fajas de las carreteras, entre árboles, parecen torrentes secos... En lo remoto, asoma el Atlántico el fulgor de su deslumbradora turquesa”
Con el paso del tiempo su enorme y singular silueta visible desde todos los lugares que la rodean ha llegado a no necesitar de sobrenombres ni apellidos y brilla sobre el valle descendente que comienza en su base y termina en el Lomo de las Zerpas marcando desde siempre a todos los barrios terorenses y a sus habitantes, donde hasta el tiempo atmosférico se predecía mirando el “cogollo” de su cima omnipresente:
José Luis Yánez Rodríguez es Cronista Oficial de Teror
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