Macro-muelle de Agaete: "Negro sobre Azul"
De nuevo se impone la dualidad barbarie/progreso en este caso disfrazado de negocios, oportunidades laborales y apertura al mundo, al gran azul.
Otra vez se intenta engañar al pueblo con alternativas efímeras, estatuas de arena, que se sirven como pan para hoy y hambre para mañana. Me araña el corazón y el árbol genealógico por la parte que me toca, Álamo de apellido, que a estas alturas nos arrodillemos ante proyectos retorcidos, depravados, a la par que escandalosos, urdidos por advenedizos enfermos de poder y adictos al vil metal.
El expolio, destrucción patrimonial y maltrato al medio ambiente en gran parte de Gran Canaria, parece no ser suficiente aún y en el horizonte se dibuja un crucero cargado de turistas variopintos con sed inconsciente de borrar la identidad de la villa, residencia de la virgen de Las Nieves. Esta vez no rodaremos Bienvenido Míster Marshall, y los famosos guionistas de ese titánico muelle nunca aspirarán a la sensibilidad y sapiencia de Juan A. Bardem, Miguel Mihura y el mismo Berlanga.
Agaete, tierra de mis padres y familia, ha sido un pueblo humilde y trabajador que ha curtido su piel al sol de los cultivos y de un salado, bello mar de pescadores. Sin embargo no ha escapado a lo civilizado rodeando el barrio de Las Nieves, in crescendo, de urbanizaciones y al arribe de ferris que van y vienen dejando su espumosa estela rumbo Tenerife, modelo japonés.
Si el emblemático Roque Partido o Dedo de Dios, fulminado por la tormenta tropical Delta en 2005, permaneciera aún en pie caería de espanto ante ese rayo destructor de los affaires de magnates desprovistos de identidad, de modestia y lógicamente desnudos de ética y estética.
Se debe alzar la voz, librar una hazaña en la tierra de Lorenzo Godoy o de Pepe Dámaso, para que la memoria de uno y la fuente de inspiración del otro no se extingan cual arco iris de otoño. Resulta, al menos, paradójico que este pueblo de tradiciones ancestrales, sufridor flagrante de represión y símbolo republicano durante la guerra civil, se nos pretenda plasmar como una gran dársena de la Grecia clásica, como el gran coloso de Rodas, erigido al dios Sol. Déjenos a Helios tranquilo, que brille como siempre en este entorno mágico, don del cielo. Las obras colosales ya las tenemos a 30 km, en la capital, es decir a media hora en bus turístico, y de paso contemplemos la belleza de otros lugares como Guía, Gáldar, Bañaderos y los paisajes de ensueño desde el puente de Silva.
Recorramos a pie Los Berrazales, El Sao, Guayedra, El Huerto de las Flores y disfrutemos de la marisma atlántica del Puerto de las Nieves. Volvamos al pasado de paseo por el Ingenio azucarero de Las Candelarias, de la paz del casco de la villa o subamos al Hornillo o al Risco de Faneque.
Déjennos visitar el museo de La Rama, bailar en sus fiestas sin cámaras de japoneses, ni foráneos deseosos de rodar, no de participar, de la catarsis de los papahuevos y la rama, Tamadaba, vergel selvático, símbolo de huidos republicanos, los pozos donde dicen lanzaron sin piedad ni juicio a abanderados de la libertad, lloran aún por un emblema que les rinda homenaje, que venere sus memorias y seque las lágrimas de sus descendientes.
Ésos sí merecen una obra colosal, ésos, sin duda, son dignos de un proyecto hercúleo.































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