La noche de los 12 años
La reciente proyección de esta película, traslada a la pantalla la situación vivida durante un largo periodo de la dictadura uruguaya, los doce años a que debe su título, y, con mayor grado de concreción, tres de los miembros que formaban parte de la resistencia armada al régimen: Los tupamaros. La película, que dirige Álvaro Brechner, tiene como protagonistas a José Mujica, quien a los 75 años fuese presidente de Uruguay, al escritor Mauricio Rosencof y a Eleuterio Fernández Huidobro, quien también ostentase cargos de gobierno. Quiso la casualidad, que quienes sufrieron tantas vejaciones y fueron víctimas de la ignominia, tuviesen la capacidad de recordar todo lo acontecido para poder contarlo con posterioridad. La cinta, basada en una obra de dos de los protagonistas, Eleuterio y Mauricio, Memorias del calabozo, refleja con la debida adaptación al lenguaje fílmico lo que allí se narró, que no fue otra cosa sino lo que con anterioridad aconteció.
A lo largo de los 122 minutos que dura la proyección se nos muestra lo peor y lo mejor de la especie humana. Los años vividos en una noche permanente, suavizados en la última etapa del cautiverio, vienen a reflejar cómo la humanidad puede tener comportamientos execrables con sus semejantes. De ahí que no nos produzca sorpresa determinados procederes, incluso aquellos que se inflige a los animales, pues si con quienes son sus semejantes actúan con rudeza, qué esperar con quienes no lo son. La permanente tortura a que se vieron sometidos, queda perfectamente reflejada en la película, donde sin abusar de las escenas escabrosas pone en evidencia dicho trato. Son escasas las escenas donde la violencia es explícita, dando a la imaginación del espectador la posibilidad de comprender qué debió haber sucedido tras observar el resultado.
La orden militar, tal y como se verbaliza en uno de los momentos de la película, fue precisa: «como no pudimos matarlos, vamos a volverlos locos». No lo lograron, como se puede comprobar por los acontecimientos vividos por los protagonistas una vez finalizado su cautiverio, que coincide con el colofón de la larga noche de la dictadura militar uruguaya. Nos conduce a reflexionar en lo ya reflejado anterioridad, que junto a lo peor de la humanidad, también queda patente lo mejor. Me refiero entonces a la capacidad de resistencia. A pesar del sometimiento a múltiples y diversos episodios de tortura –en el más amplio sentido del término–, lograron conservar la entereza. Si bien en algunos momentos, como es natural, vieron flaquear sus fuerzas tanto físicas como espirituales, supieron reponerse sin ningún tipo de duda a tal situación. No pudieron con ellos, no lo lograron; al final de la noche de los 12 años, mantuvieron su cordura. Pudieron más que sus captores.
A lo largo de la proyección también se puede comprobar cómo –y lo expresan sin ambages– los presos se convierten en rehenes del régimen dictatorial. No solo ellos, sino también sus familias, que también van mostrándose durante desarrollo de la película. Ya sean descendientes o ascendientes de quienes pasan sus días confinados en espacios denigrantes. En su interés por hacerles perder la cordura, no solo los desorientan por no conocer el tiempo transcurrido, en muchos casos están expuestos a la más absoluta oscuridad y penurias alimentarias, sino que son víctimas de continuos cambios de ubicación. No solo lo son los propios presos, también su familia, que desconoce en cada momento su paradero. También la familia, a pesar de lo sucedido, mantiene un cierto equilibrio emocional; al menos así lo aparenta.
La película en mi opinión, muestra de modo implícito la frágil consistencia de uno de los valores de los seres humanos: su libertad. Ese derecho inherente a las personas, no solo nos permite mantener un modo de pensar singular y sin sometimientos, sino también en la acción y el movimiento. En tal sentido, es susceptible de perderse, como de hecho queda reflejado en esta coproducción hispano argentino uruguaya. Si tienen oportunidad, no dejen de verla.
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