Los vecinos lo han vuelto a hacer. Primero fue el Rincón de la Jacaranda. Y ahora le toca el turno al Rincón del Dragonal.
¿Qué es lo que mueve a estos vecinos a recuperar espacios abandonados? Solo sé que sus miradas son distintas y ven más allá. Saben apreciar la belleza escondida, y con apenas un pequeño esfuerzo, la calle, o el callejón, se renueva y el segundo renacer se pone en marcha. Apenas ha bastado un mínimo arreglo, mucha limpieza y unos toques de pintura. Y, claro, unos aruquenses como los de la calle de La Cerera, que no solo mantienen sus tradiciones cuando la Procesión de la Burrita, sino que, además, se han empeñado en pequeñas grandes hazañas. Y lo han logrado. Y lo que hacen tiene mucho valor en esta sociedad vertiginosa e individualista: es una consideración y respeto hacia sus conciudadanos y una llamada de atención a esos políticos ciegos incapaces de alongarse.
Así que las pequeñas aventuras se convierten en grandes victorias. Es lo que tiene el amor por el entorno. Y eso, en estos tiempos asirocados, es ganar la batalla a la mediocridad. De lo que se infiere que los vecinos de La Cerera son como son: auténticos, sinceros y libres. Y, sobre todo, solidarios.




























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