Los atentados contra el Patrimonio Mundial de la Humanidad son crímenes de guerra ( 40 aniversario del IES Saulo Torón)

Opinion

alvaroruizEn la 31ª reunión de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) celebrada en París el 12 de septiembre de 2001, se estudiaron determinadas medidas para defender el Patrimonio Cultural Mundial amenazado, y se preparó al respecto un estudio acerca de la forma más eficaz de prevenir y sancionar estos deplorables actos. Por tanto, ya se toma en serio, junto a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que los ataques intencionados contra monumentos, piezas de arte y otras representaciones del patrimonio se considerarán “crímenes de guerra" en lo que es una clara indignación de la comunidad internacional y la voluntad de frenar en lo posible este grave problema. Y es que no somos conscientes, tal vez porque lo vemos desde la distancia, que la destrucción del patrimonio cultural, que es representativo de la diversidad de la cultura humana, borra la memoria colectiva de una nación, desestabiliza a las comunidades y amenaza su identidad cultural , y por ello los responsables deben ser perseguidos y llevados ante la Justicia. Se destruyen a golpes de bombas pero también de martillo, arquitecturas, grandes esculturas, valiosísimas piezas de museos o sitios arqueológicos. Irak, Irán, Afganistán, Yemen , Libia... El radicalismo Yijadista ha destruido las ruinas asirias de Nimrud del siglo XIII a.C. y de la ciudad de Hatra, el Museo de la Civilización de la ciudad de Mosul, capital de la provincia de Nínive, y el yacimiento de Dur Sharrukin, capital asiria durante parte del reinado de Sargón II (722 - 705 a.C.). Tragedias culturales que se amplían a la emblemática destrucción de las estatuas gigantes de Buda en Bamiyán por los talibán-, en Mali -donde los yihadistas atacaron monumentos patrimonio de la humanidad en Gao y Tombuctú- o la actual preocupación por las ruinas sirias de Palmira, Patrimonio de la Humanidad desde 1980, destrozadas y taladradas intencionadamente por el mal llamado y autodenominado Estado Islámico.

El patrimonio cultural es un legado que hemos recibido del pasado y que debemos transmitir a las generaciones futuras, porque es parte integrante de la identidad de cada pueblo. Todos los países, grandes o pequeños, lo poseen ya sea en forma de patrimonio material (monumentos o sitios) o como patrimonio inmaterial o intangible, presente en su cultura, lengua o, tradiciones. En algunos casos este patrimonio como el que estamos comentando es tan excepcional que llega a tener un valor universal y ha merecido ser declarado por la UNESCO «Patrimonio cultural de la Humanidad», que siempre ha de ser defendido no sólo por su país de origen, sino por toda la comunidad internacional. Esta declaración es un privilegio para un Estado, pero también es una enorme responsabilidad para mantener su conservación, de ahí que la comunidad internacional deba apostar por su defensa. Y en definitiva que se aplique la normativa internacional recogida por la UNESCO, en el Convenio de La Haya de 1954 para la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado, que da la pauta de actuación en caso de guerras, sin obviar que para tiempo de paz también debe procurarse , sin duda alguna, la protección integral del patrimonio cultural. Debemos reflexionar, y muy profundamente, que hoy, cuando parece que la defensa de los derechos humanos está más consolidada, o al menos se habla más de ellos, vemos que las guerras que se están produciendo en distintos lugares del mundo generan una enorme cantidad de pérdida de vidas humanas, grandes masacres y una total devastación de bienes públicos y privados. A pesar de que el derecho de la guerra distinga entre combatientes y población civil, sin embargo los pasadas y las actuales (no olvidemos en Europa a la ex Yugoslavia) han acabado con la vida de personas inocentes, de periodistas e incluso de personal de organizaciones humanitarias. Al mismo tiempo, cada vez que hay una guerra, normalmente se destruye sin que se atienda con la atención debida, una parte de los tesoros y monumentos que ese pueblo alberga o albergaba y que pertenece al patrimonio cultural mundial de la humanidad. Es verdad, y es de rigor convenir con ustedes, que estarán pensando cómo habiendo tantas masacres, familias muertas, cantidades masivas de refugiados y en resumen una total y absoluta desolación, ¿por qué preocuparnos de los monumentos?. Pues miren, confío en que algún día el conflicto acabará, la gente volverá a sus lugares de origen poco a poco, se irán reconstruyendo sus casas, y preservar el patrimonio cultural les ayudará a reconstruir las comunidades destruidas, a conectar su pasado con su presente y con su futuro pues son sus propias raíces. Es por ello que el mundo jurídico internacional tiene que seguir aplicando medidas y luchando en la protección de los «sitios» de interés en muchos países, como lo hizo después de la Primera Guerra Mundial, y sobre todo después de la Segunda, y en concreto en 1959, en el momento en que la construcción de la Presa de Asuán en Egipto amenazó con hacer desaparecer los impresionantes monumentos de Nubia, Abú Simbel y Filae. Se conmovió la comunidad internacional ante tal posibilidad y tomó conciencia del desastre que esto supondría para toda la humanidad y no solo para Egipto y Sudán. Opino que de la misma manera que las personas tienen sus derechos individuales, que sin duda alguna deben ser defendidos, los pueblos también tienen derechos colectivos.

El artículo 27 del Reglamento relativo a los usos y costumbres de la guerra terrestre, anejo a la IV Convención de La Haya de 1907 estipula que: «en los asedios y bombardeos, se adoptarán las medidas necesarias para evitar en lo posible daños a los edificios destinados al culto, a las artes, ciencias y beneficencia, a los monumentos históricos, hospitales y sitios donde se agrupen enfermos y heridos, con la condición de que no sean empleados al mismo tiempo con una finalidad militar», y en el artículo 56 del citado Reglamento se vuelve a mencionar que: «los bienes comunales, los de establecimiento consagrados al culto, a la caridad, a la enseñanza, a las artes, a las ciencias, aunque pertenezcan al Estado, serán tratados como propiedad privada. Se prohíbe y se perseguirá todo embargo, destrucción o degradación internacional de dichos establecimientos, monumentos históricos, obras de arte y científicas» La Reglamentación es clara y algo genérica pero debemos ser realistas, y es que su cumplimiento dependía y depende de la actitud concreta de cada beligerante en lo que significa su mayor, menor o ningún cumplimiento. La Corte Penal Internacional conlleva una responsabilidad penal individual ante los crímenes contra la Humanidad como son el genocidio, crímenes de esa humanidad y crímenes de guerra, y que esta responsabilidad es efectiva para sancionar a quienes cometan u ordenen actos de destrucción intencional,, en este caso del patrimonio cultural de gran importancia para la humanidad. Pero hay que buscar fórmulas de cumplimiento, y ello está en la voluntad de las grandes potencias mundiales. La destrucción del patrimonio cultural en todo el mundo ha alcanzado una escala sin precedentes. Se está usando como táctica de guerra para aterrorizar a poblaciones, para financiar actividades criminales y para extender el miedo y el odio.¿Es tan difícil de entender que el Patrimonio Cultural tiene unos valores universales que pertenecen a todos y que por todos deben ser protegidos?.No se trata sólo de piedras, edificios o monumentos, también son pertenencia, identidades y valores.

Para los extremistas del autodenominado Estado Islámico terminar del modo más inhumano con elementos que pertenecen a la memoria colectiva de la humanidad no es sino un modo más de manipulación ideológica, otro capítulo dentro de la depuración étnica y religiosa que están llevando a cabo. La destrucción salvaje (y en muchos casos televisada) por estos grupos del patrimonio histórico, ha generado un gran impacto propagandístico en Occidente. Arrasar lugares arqueológicos, quemar libros o destruir estatuas es tanto una provocación deliberada a sus no seguidores, como una reafirmación, del Islam partidista, sesgada en interesada que defienden ante sus fieles.
La guerra es siempre aniquiladora. No termina el día en el que se acaban las batallas, el dolor persiste mucho tiempo. Y reitero que, borrar sin consecuencias el patrimonio cultural es un crimen de guerra SÍ, y de indolencia también. Esta indolencia generada por el hombre es la principal de las amenazas al Patrimonio Cultural, pero no únicamente en tiempos de guerra. La gestión que se hace del mismo en los últimos tiempos ha supuesto un retroceso grave y un menoscabo de sus valores. Valores que son de tipo cualitativo e intangible y por tanto difícilmente cuantificables (a la par que fácilmente manipulables). En este sentido la carencia de planes educativos que generen conocimiento y aprecio de estos bienes, el desinterés de los gobiernos, la especulación urbanística descontrolada, la sobreexplotación turística... la mano directa del hombre, a lo que añadimos como destructor constante, el papel de la naturaleza ,ya sea a través de terremotos, tifones, tsunamis o del propio cambio climático. En general se trata de una pérdida, silenciosa a veces y ruidosa otras, de bienes de gran valor, difícil de perseguir y más aún de juzgar. Quiero concluir reafirmándome en la idea de que si queremos conservar nuestro patrimonio cultural, tanto en tiempos de conflictos armados, como en tiempo de paz, hemos de reconocer el pluralismo cultural existente en todas las culturas, y fundar su defensa en el respeto mutuo, la tolerancia y el diálogo entre culturas. Como afirmaba Paul Valery: «Mettons en commun ce que nous avons de meilleur et enrichissons-nous de nos mutuelles différences»."Vamos a compartir lo que tenemos mejor y enriquecernos de nuestras diferencias.

A mis compañeros de promoción 75/76, COU. Instituto de Gáldar

Dr. F. Álvaro Ruiz Rodríguez.

Miembro redactor de la Ley de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias. Profesor y director del Aula de Museos y Conservación del Patrimonio de la Universidad de La Laguna


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