El caminante va en busca de la charla distendida y de la pachorra del sol primaveral, que aún no calienta del todo. Ese sol suave le reconforta y le anima a salir de casa. El darse una vuelta, sentarse a charlar y comprobar que otro día también existe es consustancial a la vida del ser humano. Somos sociables por naturaleza y el tener un escuchante al lado ayuda a que el día vaya adquiriendo el tono deseado. Su lento caminar, a pesar de que desee todo lo contrario, lo conducirá a la plaza y gracias al apoyo de su bastón, que al mismo tiempo sirve para señalar, llegará, con pachorra isleña, a su destino. Así cada mañana. Siempre que el sol lo permita y los chubascos no lo impidan, el caminante no dejará de caminar. Y eso está bien. Ya lo dijo el poeta.





























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