Los años vividos, son los que cuentan, lo demás...
Nos tomamos la última copa, felicitándonos entre gestos, silencios y palabras atravesadas entre las uvas por las últimas campanadas. No por una sola noche, sino por el año entero, aunque sabemos que tal deseo es imposible hasta como deseo. Ni el mayor optimista de este mundo podría atreverse a tanta. La felicidad es una racha de aire, un sobrecogimiento, algo que nos corta por un momento la respiración.
Cuando volvemos a respirar, somos los de antes, es decir, humanos y vencidos. Deseamos prosperidad, estar más al alcance de nuestra débil fuerza, entre otra cosa porque no estamos seguros de lo que sea la prosperidad, y a pesar de que fingimos ignorarlo, si sabemos que la felicidad es; una visita poco ruidosa que llega, solapada y sutil, sin apenas sentarse, sin instalarse nunca; el olor en el aire, el recuerdo de la sombra de una nube en la tierra, el reflejo de una cara quedando grabada en la retina.
EL ÚLTIMO BESO, la ternura y un adiós... sin embargo, el hombre está tan solo. No puede sorprendernos que, en un día en que concluye una breve suma de días, se reúna con amigos o desconocidos, se aloque, beba, cante, se sienta fraternalmente a los que están vivos como él, se otorguen mutuos besos y perdones. Lo importante, quizás, no es empezar un año sino para qué y para quién. Conozco muchos que lo ensayan, y eso es lo que vale. Porque el milagro de la compañía, lo mismo que el amor, no concluirá en hacerse hasta que la propia vida se concluya.
Y como dice el refrán, feliz año 2016































Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.147